El demandante argumentó su decisión, diciendo que las mascotas le obstaculizaban la vida: bloqueaban el paso al cuarto de baño y convertían en una catástrofe cocinar y comer, dado que constantemente pedían comer e incluso robaban su comida cuando se sentaba a la mesa.
Finalmente, cuando su esposa manifestó el deseo de llevar a los mininos a dormir con ellos en la cama, el hombre desesperó, y se convenció que no podía encontrar un lugar libre de felinos en su propia casa, reconoció que él ama a su mujer y que no le quedó otra opción que solicitar el divorcio.
Así, pidió la separación definitiva de su mujer ante un tribunal rabínico arguyendo que el medio millar de felinos simplemente no le permitía vivir en su propio hogar: en su habitación, la cama donde se disponía a dormir estaba siempre cubierta de gatos; el paso al baño, igualmente siempre bloqueado por gatos, al igual que la cocina; si se sentaba a comer, los gatos saltaban también a la mesa y le robaban su comida.
El hombre intentó reconciliarse con su esposa, pero la mujer se negó a deshacerse de los gatos y prefirió a vivir con ellos antes que con su esposo, según reconoce el ya atormentado ex marido, publicó el diario Huff Post.

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